EL RERRELOGO DE LA CIUDAD HOY. NOTAS PARA SU PODALOGÍA
Históricamente la ciudad ha
sufrido profundas mutaciones; desde la ciudad colonial con sus calles en
cuadrícula, donde el paisaje rural formaba un hilo de continuidad con el
paisaje urbano y donde la subjetividad se construía sobre el amor al terruño,
el parentesco y la religiosidad; hasta las ciudades industriales, donde la
máquina media las relaciones del ciudadano[1], estableciéndose como
nueva figura del Estado Nación. Desde la lógica de la producción que todo lo
convierte en mercancía, la ciudad crece al ritmo de los cordones fabriles, nuevos
territorios configurados por población campesina migrante dispuesta a hacer
parte de la nueva promesa de la sociedad salarial. Los campos mecanizados y la fábrica que con sus
chimeneas al viento, testimonian la transformación de la naturaleza en energía
y otras mercancías; el ferrocarril abriéndose paso entre valles y montañas describen
un nuevo paisaje. El capital introduce nuevas formas de jerarquización y
desigualdad social; la medicina primero y luego la planeación, regularán la población y el territorio; el
terruño cede su lugar a la nación como espacio de construcción identitaria.
Las ciudades de hoy,
denominadas metrópolis o megalópolis, se extienden cubriendo el mundo rural y
presionando sus nichos ecológicos. Su territorio ya no se resuelve sobre si
mismo sino desde una visión multiescalar donde se conectan lo local y lo
global. Las dinámicas de desindustrialización han devenido en la
espectacularización del espacio urbano, es decir, las ciudades, caso Medellín o
Bogotá, realizan fuertes intervenciones urbanas para atraer el turismo global y
la realización de grandes eventos internacionales. Es aquí donde surge el
concepto de “no lugar” para designar estos nuevos espacios desmemoriados, sin
anclaje en la experiencia local. Para el caso nuestro, todavía está por verse
el impacto de estas transformaciones sobre la vida de los y las habitantes de
la ciudad, la manera como ellas introducen nuevas formas de segregación y
jerarquización socio espacial.
Algunos síntomas de las nuevas
dinámicas urbanas son preocupantes: ghettización del territorio, donde el
habitante ya no tiene una experiencia territorial de ciudad total sino de micro
territorios, ciudades dentro de la ciudad donde el habitante parecería
confinado, lo que se profundiza más con los controles legales e ilegales sobre
la circulación; desruralización campesina por las vías del conflicto armado,
los megaproyectos, la agro industrialización, pero de otro lado la urbanización
de los territorios rurales por las vías del narcotráfico, la valoración del
paisaje rural para el habitante urbano, entre otros. Paradojalmente los nuevos territorios
virtuales parecieran gestar un nuevo tipo de habitante, el transeúnte, nuevo nómada circulando por territorios
innombrables, conectándose con experiencias planetarias desde las cuales
reconstruye sus relaciones con el terruño propio.
La nueva experiencia del
habitante urbano se ha denominado “ciudadanía del miedo” para señalarla como
estructurante de la subjetividad contemporánea desde varias direcciones, como
lo señala Omar Rincón: se convive desde el miedo, que los produce y legitima;
desde el mercado que ofrece el consumo como seguridad a la precariedad de la
vida; la híper individualización de los
sujetos que los encierra en sus espacios privados lo que es objeto de goce
mientras el espacio público es fuente de miedos. En la calle cualquier cosa se
puede esperar, nadie está a salvo de nada; el otro puede ser el enemigo
potencial.
Lo anterior, está generando
problemáticas asociadas a la identidad territorial; con las ciudades orientadas
hacia modelos basados en dinámicas económicas y comerciales, suceden formas de
homogeneizar las relaciones que existen entre los sujetos -hombres y mujeres-
con la naturaleza y el espacio que habitan. Simultáneamente, la confluencia
desordenada de subjetividades e identidades culturales, que caracterizan al
pueblo tradicional antioqueño, con el barrio, las veredas y las urbanizaciones
que conforman la ciudad, profundizan las dificultades de integración social, al
tiempo que la capacidad local para la consolidación territorial. En esta
medida, el territorio pasa de ser un espacio vivido, sentido y reconocido donde
se tejen las identidades individuales y colectivas, a ser un espacio impuesto y
marcado por una dinámica propia del mercado.
Simultáneamente, como
alternativa para hacer frente a las diferentes problemáticas ya enunciadas, los
gobiernos locales ofrecen a la ciudadanía el dispositivo de la “planeación
participativa” con el pretexto de rescatar la vos de aquellas personas que al
parecer se encuentran excluidas de los procesos de desarrollo, sin embargo, en
ocasiones estos dispositivos no están exentos de caer entrampados en lógicas técnicistas.
Además cabría preguntarse si lo que ocurre frente a esta situación, no es una
forma de control sobre la expresión social.
Este diplomado, pretende
entonces, retomar desde diferentes marcos de la experiencia las relaciones que
las personas ha tejido con el territorio habitado, permitirá un acercamiento al
desarrollo social en clave de los relatos individuales de vivencia del
territorio, donde confluyen tanto el paisaje como la naturaleza. La importancia
de esta reivindicación, radica en que el territorio no solo es un espacio
físico, sino un espacio de significados para la población que lo habita, si se
pierde la memoria sobre el territorio, se pierde el significado que
durante siglos se ha dado al espacio
habitado, eso sería como empezar una y otra vez.
Por tal motivo, este proceso
pedagógico aporta a la de-construcción de esas formas insostenibles de
concernirse con la naturaleza. Por ello se hace indispensable identificar y
analizar los discursos hegemónicos existentes que subordinan a los sujetos a
las lógicas de la planeación, la economía e institucionalidad; es una
posibilidad alternativa al capital expansivo, que propone mirar la gestión más
allá del ordenamiento territorial, a través de la exploración de diferentes
formas de ver los espacios y el análisis crítico de las políticas de ciudad.
En este contexto, se plantea
este proceso de formación que busca aportar a la capacidad de gestión en las
personas de organizaciones comunitarias, organizaciones sociales, ONGs,
estudiantes universitarios(as) y profesionales, donde se constituyan y
cualifiquen a sujetos políticos -hombres y mujeres- , conscientes de sus
derechos y responsabilidades. Será un espacio de construcción colectiva, de
intercambios de saberes y conocimientos que permita visualizar alternativas en
cuanto a la configuración actual de la ciudad, desde el reconocimiento como
actores (as) y gestores (as) de su propia realidad.
[1] La ciudadanía es la nueva condición del poblador,
centrada en la heterosexualidad reproductiva, masculina y blanca.