jueves, 20 de diciembre de 2012

EL RERRELOGO DE LA CIUDAD HOY. NOTAS PARA SU PODALOGÍA

Históricamente la ciudad ha sufrido profundas mutaciones; desde la ciudad colonial con sus calles en cuadrícula, donde el paisaje rural formaba un hilo de continuidad con el paisaje urbano y donde la subjetividad se construía sobre el amor al terruño, el parentesco y la religiosidad; hasta las ciudades industriales, donde la máquina media las relaciones del ciudadano[1],  estableciéndose como nueva figura del Estado Nación. Desde la lógica de la producción que todo lo convierte en mercancía, la ciudad crece al ritmo de los cordones fabriles, nuevos territorios configurados por población campesina migrante dispuesta a hacer parte de la nueva promesa de la sociedad salarial. Los campos  mecanizados y la fábrica que con sus chimeneas al viento, testimonian la transformación de la naturaleza en energía y otras mercancías; el ferrocarril abriéndose paso entre valles y montañas describen un nuevo paisaje. El capital introduce nuevas formas de jerarquización y desigualdad social; la medicina primero y luego la planeación,  regularán la población y el territorio; el terruño cede su lugar a la nación como espacio de construcción identitaria. 


Las ciudades de hoy, denominadas metrópolis o megalópolis, se extienden cubriendo el mundo rural y presionando sus nichos ecológicos. Su territorio ya no se resuelve sobre si mismo sino desde una visión multiescalar donde se conectan lo local y lo global. Las dinámicas de desindustrialización han devenido en la espectacularización del espacio urbano, es decir, las ciudades, caso Medellín o Bogotá, realizan fuertes intervenciones urbanas para atraer el turismo global y la realización de grandes eventos internacionales. Es aquí donde surge el concepto de “no lugar” para designar estos nuevos espacios desmemoriados, sin anclaje en la experiencia local. Para el caso nuestro, todavía está por verse el impacto de estas transformaciones sobre la vida de los y las habitantes de la ciudad, la manera como ellas introducen nuevas formas de segregación y jerarquización socio espacial.

Algunos síntomas de las nuevas dinámicas urbanas son preocupantes: ghettización del territorio, donde el habitante ya no tiene una experiencia territorial de ciudad total sino de micro territorios, ciudades dentro de la ciudad donde el habitante parecería confinado, lo que se profundiza más con los controles legales e ilegales sobre la circulación; desruralización campesina por las vías del conflicto armado, los megaproyectos, la agro industrialización, pero de otro lado la urbanización de los territorios rurales por las vías del narcotráfico, la valoración del paisaje rural para el habitante urbano, entre otros.   Paradojalmente los nuevos territorios virtuales parecieran gestar un nuevo tipo de habitante, el transeúnte,  nuevo nómada circulando por territorios innombrables, conectándose con experiencias planetarias desde las cuales reconstruye sus relaciones con el terruño propio.  




La nueva experiencia del habitante urbano se ha denominado “ciudadanía del miedo” para señalarla como estructurante de la subjetividad contemporánea desde varias direcciones, como lo señala Omar Rincón: se convive desde el miedo, que los produce y legitima; desde el mercado que ofrece el consumo como seguridad a la precariedad de la vida;  la híper individualización de los sujetos que los encierra en sus espacios privados lo que es objeto de goce mientras el espacio público es fuente de miedos. En la calle cualquier cosa se puede esperar, nadie está a salvo de nada; el otro puede ser el enemigo potencial. 

Lo anterior, está generando problemáticas asociadas a la identidad territorial; con las ciudades orientadas hacia modelos basados en dinámicas económicas y comerciales, suceden formas de homogeneizar las relaciones que existen entre los sujetos -hombres y mujeres- con la naturaleza y el espacio que habitan. Simultáneamente, la confluencia desordenada de subjetividades e identidades culturales, que caracterizan al pueblo tradicional antioqueño, con el barrio, las veredas y las urbanizaciones que conforman la ciudad, profundizan las dificultades de integración social, al tiempo que la capacidad local para la consolidación territorial. En esta medida, el territorio pasa de ser un espacio vivido, sentido y reconocido donde se tejen las identidades individuales y colectivas, a ser un espacio impuesto y marcado por una dinámica propia del mercado.

Simultáneamente, como alternativa para hacer frente a las diferentes problemáticas ya enunciadas, los gobiernos locales ofrecen a la ciudadanía el dispositivo de la “planeación participativa” con el pretexto de rescatar la vos de aquellas personas que al parecer se encuentran excluidas de los procesos de desarrollo, sin embargo, en ocasiones estos dispositivos no están exentos de caer entrampados en lógicas técnicistas. Además cabría preguntarse si lo que ocurre frente a esta situación, no es una forma de control sobre la expresión social.

Este diplomado, pretende entonces, retomar desde diferentes marcos de la experiencia las relaciones que las personas ha tejido con el territorio habitado, permitirá un acercamiento al desarrollo social en clave de los relatos individuales de vivencia del territorio, donde confluyen tanto el paisaje como la naturaleza. La importancia de esta reivindicación, radica en que el territorio no solo es un espacio físico, sino un espacio de significados para la población que lo habita, si se pierde la memoria sobre el territorio, se pierde el significado que durante  siglos se ha dado al espacio habitado, eso sería como empezar una y otra vez.



Por tal motivo, este proceso pedagógico aporta a la de-construcción de esas formas insostenibles de concernirse con la naturaleza. Por ello se hace indispensable identificar y analizar los discursos hegemónicos existentes que subordinan a los sujetos a las lógicas de la planeación, la economía e institucionalidad; es una posibilidad alternativa al capital expansivo, que propone mirar la gestión más allá del ordenamiento territorial, a través de la exploración de diferentes formas de ver los espacios y el análisis crítico de las políticas de ciudad.

En este contexto, se plantea este proceso de formación que busca aportar a la capacidad de gestión en las personas de organizaciones comunitarias, organizaciones sociales, ONGs, estudiantes universitarios(as) y profesionales, donde se constituyan y cualifiquen a sujetos políticos -hombres y mujeres- , conscientes de sus derechos y responsabilidades. Será un espacio de construcción colectiva, de intercambios de saberes y conocimientos que permita visualizar alternativas en cuanto a la configuración actual de la ciudad, desde el reconocimiento como actores (as) y gestores (as) de su propia realidad.



[1] La ciudadanía es la nueva condición del poblador, centrada en la heterosexualidad reproductiva, masculina y blanca.