A continuación presentamos el texto de avance de la metáfora "El Derecho a la Ciudad":
EMERGENCIA
DE CIUDAD, EMERGENCIA DE CIUDADANIA
Por
Hector M Lugo
Abril
16 de 2012
No
hay escapatoria, pertenecemos siempre a un lugar; el balcón de la
casa, el baño, la habitación, la calle, la plaza, el supermercado,
el metro, el espacio virtual, el lugar de trabajo, de la fiesta, en
fin, a cualquier lugar. Son lugares de morada, de transito, de
estacionamiento, de afectos, de encuentro y desencuentros, lugares
que se construyen para realizarnos como personas o sociedad, o
lugares que son significados porque allí en esos lugares nos
afectamos, nos practicamos como seres humanos. El lugar de nosotros y
nosotras, el lugar propio, los lugares de todos y de todas, la ciudad
o un fragmento de ella, se hacen en cuanto se disponen en el espacio
objetos y relaciones, de esta manera nos nombramos, hacemos presencia
y nos vivimos; todo lo que en el espacio se coloca o se deja de
acomodar, constituye una significación del lugar, un sentido de
vida. Se podría decir que adoptamos condición de humanidad en
cuanto realizadores y realizadoras de lugares, y por esto mismo de la
lectura de lugares, de los espacios significados, podemos también
deducir condiciones de humanidad1
y relaciones de poder, al fin y al cabo la política deviene en
paisaje.
Los
seres humanos disponen de objetos y tecnología para mediar la
relación consigo mismos, los otros y otras, y con el mundo. Y estos
objetos mediadores vienen (son puestos en la ciudad) y se quedan para
siempre; florecen por doquier para conformar el “jardín de los
objetos”. En conjunto con los elementos naturales y las
tecnologías, estos objetos acompañan y permiten la relación entre
las personas y la realización de lugares, es decir la humanización
del espacio y la socialización de hombres y mujeres. En esta
interacción todos los objetos y todos los lugares son conectados,
puestos en movimiento, por la condición de humanidad y de sociedad.
Siendo
el mundo interactivo y puesto en movimiento a partir de las
relaciones y los intercambios, y dado que las personas siempre están
en movimiento y transformación, así como es establecida una
ecología de la naturaleza orgánica, también se realiza una
ecología de los objetos y una ecología de los lugares, pues ningún
lugar, individual o colectivo, es aislado y permanece en el tiempo si
no está en relación con todos los lugares; la cocina, el patio y la
habitación se relacionan entre sí, establecen relación con la
vivienda y producen una continuidad con el barrio o la unidad
residencial, y estos con el antejardín, la calle, el teatro y el
centro comercial. Además todas las cocinas (entre ellas mismas y con
las otras), todas las viviendas (entre ellas mismas y con las otras),
las plazas (idem), las calles (idem) y avenidas, los sistemas de
transportes, los barrios, la finca campesina y las veredas están
conectados entre sí, hacen continuidad interactiva por y con la
sociedad. Así mismo las ciudades entre sí, las naciones, las
culturas y las sociedades.
Pero
estos objetos, podríamos ya decir, estas mediaciones para la
interacción, podrían o no procurar el contacto, podrían o no
mediar la socialización, en fin, podrían o no producir continuidad
y por tanto sociedad.
Por
esta razón la ecología de los lugares que es establecida, dicho de
otra manera, las conexiones y continuidades que los lugares potencian
y recrean para producir sociedad y practicarse como individuos, se
convierte, a la hora de valorar la ciudad y la vida urbana, en el
factor principal y determinante. Urbanistas y arquitectos deberán
producir, urdir, un tejido de relaciones y de continuidades para
producir ciudad y sociedad, y no una colcha de retazos, de lugares
segregados e inconexos, donde no es posible el contacto, la
socialización de la vida natural y social. El diseño de ciudad
será hoy discutido y valorado por estas continuidades entre tiempos
y lugares, por la complejidad realizada al momento de procurar
lugares que atraen y median la realización de la vida urbana, donde
el habitar es recreado y es posible expandir la realización
individual y colectiva. El lugar irrumpe, por su condición de
humanidad, en la ciudad funcional, mercantilizada y privatizada. Allí
donde es significado el espacio haciendo lugares mi ciudad es
reivindicada, es hecha realidad en la constitución del lugar.
Aunque
en apariencia la ciudad se potencia a sí misma; crece y se expande
sin ningún control, se comporta como un sistema sin finalidad
favoreciendo la emergencia de lugares inconexos, aunque
aparentemente esta ciudad se ha ido de nuestras manos y sólo se
construye en función de la movilidad, el comercio y la
sobrevivencia, esta ciudad, mi ciudad, podría volver a nuestras
manos por medio del dominio del lugar. Cuando el cuerpo de las
mujeres se hizo de su dominio se convirtió en territorio propio, se
hizo “mi cuerpo es mío”, por lo tanto sobre él ellas deciden.
Cuando los lugares que habitamos se conviertan en lugares propios, en
lugares nuestros, en lugares de ciudadanía, la colcha de retazos
construida será tejida y la ciudad será de la ciudadanía.
Ahora
bien, los lugares propios, de otros y de otras, todos los lugares y
la ciudad misma son conectados, interconectados y convertidos en
sistemas por la sociedad misma. Las relaciones de poder, el orden
político e institucional, las relaciones personales y la vida
cotidiana, convierten las interacciones en sistemas y subsistemas, en
flujos y contraflujos, en orden y control, pero no podemos olvidar
que son del dominio de la sociedad, finalizados y decididos por ella,
y aunque se expresan como si fueran comandados por una mano
invisible, estos son enunciación de relaciones de poder y de
interacciones. El sistema es a la sociedad como la ecología es a
natura, se estructura en y por ella, no es al contrario, no es el
sistema quien estructura la sociedad.
Cuando
esto pasa, se diseña el sistema para hacer sociedad, ésta, la
sociedad se torna funcional, se enajena y pierde condición de
humanidad, los espacios vinculados al sistema no adquieren la noción
de lugar, y quien gobierna el sistema adquiere la condición
autoritaria de controlador, como en el metro y su cultura metro; los
y las usuarias viajan y se transportan, no se socializan, casi
podríamos decir que la estructura solo permite viajeros y viejeras,
no socialización. Los espacios son purificados con su brillo, su
limpieza, ofrecen blancura y sólo expresan, enuncian, vida comercial
y mercantilizada, nunca vida urbana, nunca cultura cotidiana, son
espacios enajenados y no lugares, y el gobierno autoritario y
controlador manda a respetar a las mujeres por su condición
vulnerable y débil, hace sociedad disciplinando al modo
institucional hegemónico sexista, militar, de varones blancos y
católico.
Si
la estructura vertical decide y controla, y esta verticalidad cae
como en picada sobre la realización horizontal de lugares, dominando
su forma y su función, se habrá perdido su diversidad y quedará
sólo el lugar simplificado, homogenizado: los parques lineales, la
ciudad del automóvil, la vida urbana empobrecida en función de la
sobrevivencia, los centros comerciales y la vivienda en función del
alojamiento, de las unidades residenciales. Así mismo Cordones
Verdes serán tendidos en la periferia para segregar, contener a los
pobres, separar el campo de la ciudad, y vender la ilusión de
espacios públicos construidos cuando sólo son fábricas de aserrín
y madera, celulosa de papel.
1
Para esta condición de humanidad me refiero a todas
las relaciones y la presencia de humanidad: hombres y mujeres, todas
las etnias, toda la diversidad cultural y natural, todas las
orientaciones sexuales y de género, todas las generaciones, todas
sus relaciones sociales, culturales y económicas, en fin esta
totalidad de humanidad que somos.
Diana Velasquez presentó un avance de su métafora a través de un video donde entrevista a personas que han construído espacio verdes en la ciudad: